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Cosas del barrio - Sobre la Glorieta César Vallejo

En Abril de 1.988, con el generoso apoyo del Patronato Provincial del Quinto Centenario, promoví en Cádiz un homenaje al gran poeta peruano César Vallejo, al cumplirse el cincuenta aniversario de su muerte. En dicha ocasión, además de una serie de acto literarios, se le erigió un monumento a la Alameda de Apodaca, obra del escultor Celso Escanilla, y se solicitó al Ayuntamiento que rotulara con su nombre alguna nueva calle o plaza de la ciudad.

Pues bien, recientemente, el Ayuntamiento, en sesión plenaria, resolvió designar con el nombre de César Vallejo una pequeñísima glorieta (¿), situada, justamente, delante de la parroquia de San Servando y San Germán, en la encrucijada de las calles Goya y Zuloaga. A mi modo de ver, y sin ánimo de polémica, esta adjudicación resulta inadecuada, no sólo por las insuficientes condiciones del lugar, que realmente no necesita nombre siquiera, sino también por que César Vallejo merece un sitio más significativo, como lo tienen otros artistas en nuestra ciudad, en consonancia con su pensamiento y, sobre todo, con su obra perdurable, que es reconocida como una de las más grandes del siglo en lengua castellana.

He tenido la oportunidad de hablar sobre esto con Josefina Junquera que, además de concejala, es profesora de literatura (buena profesora, según creo) y, por tanto, conoce perfectamente la personalidad de César Vallejo. Así pues, confío en que ella nos preste su decisiva ayuda para lograr, entre todos, otro lugar bajo nuestro sol en memoria de quien escribió “España, aparta de mí este cáliz”, absolutamente afectado por el drama de la guerra civil española. O si, como ya se insinuó, no es posible revocar el acuerdo municipal, espero contribuya, al menos, a que se haga una mejor adecuación del sitio asignado: ensanchamiento hasta el límite con la calle Goya (ganando unos pocos metros y evitando que aparquen los coches), instalación de algunos árboles (hay pocos) y bancos donde sentarse (no hay actualmente), habilitación de algún soporte para el rótulo con el nombre del poeta (a no ser que se haya pensado situarlo en la fachada de la iglesia, algo inusual) y, en fin, todo aquello que lo asemeje a una verdadera y agradable glorieta donde estar.

De este modo, todos saldremos ganando, incluido nuestro Ayuntamiento que demostrará tener, una vez más, sensibilidad y buen gusto, a diferencia de otras épocas en que mandaban, como dijo Rafael Garófano, los “filibusteros de la especulación”.