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Cosas del barrio - Conciencia ciudadana

El hombre es el único animal que construye su paisaje, pero también es el único que lo destruye. Es decir, el hombre es capaz de modificar su entorno hasta hacerlo grato y habitable; pero ocurre que, a veces, la falta de una visión global del que debe ser este paisaje nos conduce a un fin distinto al que nos propusimos.

Este concepto puede aplicarse a la conciencia del ciudadano y, dentro de esta, a la de vecino.

En otros tiempos los ciudadanos tenían conciencia de la necesidad de embellecer sus ciudades y se volcaban en la empresa colectiva de hacerlas cada vez mejores. Actualmente hay un número cada vez mayor de personas a las que su entorno parece no concernirles, delegando, con apatía y mala gana, el cuidado de su ciudad a las autoridades municipales.

El automóvil ha tenido una gran culpa de este cambio, con un doble efecto negativo: por un lado se ha convertido en un elemento perturbador dentro de las ciudades, y, por otro la facilidad de los desplazamientos hace que muchas personas hayan fuera de su entorno habitual la satisfacción que no encuentran en éste. Así han proliferado las segundas viviendas y las salidas de fines de semana, de forma que, muchas personas dedican más atención a la vivienda del sábado y el domingo que a aquella donde viven el resto de la semana.

Es incomprensible el afán con que se entregan algunos al cuidado de su parcela dominguera y la despreocupación con que miran las plazas y las calles de su barrio.

Hay personas que escatiman un céntimo cuando se trata de mejorar su comunidad y presumen luego de tener un chalé en el “quinto pino” al que no le falta detalle.

Si muchos vecinos dedicaran la mitad del tiempo y el dinero que les cuestan los “paraísos” de fines de semana a cuidar y mejorar el lugar en que deben vivir los cinco días restantes, no cabe duda de que el “paraíso” lo tendrían aquí, sin necesidad de buscarlo fuera.

Debemos exigir de las autoridades atención, pero, al mismo tiempo, corresponder con agradecimiento, cuidando las mejoras que se llevan a cabo; sin dar lugar al lamentable espectáculo de pasarnos años reclamando algunas mejoras urbanísticas que, cuando se llevan a cabo, caen en el más absoluto abandono y destrucción por parte de los vecinos.

Debemos exigir el buen funcionamiento de la enseñanza de nuestros hijos dentro de nuestro barrio, mediante la participación en las Asociaciones de Padres; en lugar de llevarlos a estudiar a colegios discutiblemente mejores, que, al estar alejados de sus casas, hace que los niños sufran un cierto desarraigo.

Debemos pedir a los comerciantes del bario una oferta amplia y atractiva; pero, a su vez, corresponderles con nuestra atención, no yéndonos a comprar a otra parte lo que bien podríamos adquirir cerca de nuestras casas.

Si todas estas aspiraciones las canalizamos a través de la Asociación de Vecinos, participando en ella y llevando nuestras inquietudes y sugerencias, todos veremos las ventajas y nos alegraremos.
 
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